La descripción sobre las comunidades aborígenes de Cuba tienen referencias muy importantes en toda la obra de los testigos de la conquista y colonización española desde Cristóbal Colón, Las Casas, Pané, Bernal Díaz, Mártyr de Anglería y Fernando Colón, estas fuentes informativas tienen el mérito de la vivencia de la época, de forma directa o indirecta, y nos muestra desde la visión de sus autores una reconstrucción histórica de aquellos pueblos indígena.
En 1843 se publica un artículo recogido en el tomo XVII, de las Memorias de la Real Sociedad Patriótica de La Habana, titulado «Esqueletos humanos fósiles en Puerto Príncipe». En el mismo plasma que en un punto costero llamado Estero de los Caneyes, a unos 65 kilómetros al oeste sudoeste de Santa María del Puerto del Príncipe –hoy Camagüey- un hacendado llamado Francisco Agramonte localizó un cementerio indio.
Indiscutiblemente esta noticia causó expectación, en el mundo científico, cuatro años más tarde, en 1847, el profesor español don Miguel Rodríguez Ferrer visitó la zona y en el llamado Estero de Remate recogió una mandíbula humana, que fue registrada en 1850 por estudiosos del Museo de Historia Natural de Madrid, como pre-colombina.
En 1876, Rodríguez Ferrer en sus trabajos –publicados en los dos volúmenes madrileños de Naturaleza y civilización de la grandiosa Isla de Cuba–, plasma su desacertada conclusión de que los cráneos del sur de Camagüey pertenecían a caribes.
Los doctores Ramón Dacal Moure y Manuel Rivero de la Calle son categóricos al afirmar que con el hallazgo y posterior estudio de la llamada «mandíbula de Puerto Príncipe» por Rodríguez Ferrer «…se inicia la arqueología aborigen de Cuba» (1)
La trascendencia de las investigaciones científicas con relación a las comunidades primitivas, tanto referente a Cuba como al ámbito antillano, no fueron óptimos a pesar del magnánimo esfuerzo de los estudiosos cubanos que nos antecedieron, debido a que en algunos casos faltaba la ineludible preparación cultural y científica, además de las condiciones económicas y sociales en que se desenvolvieron.
A inicios del siglo XX el primer estudio ampliamente divulgado sobre este tema fue el trabajo de J.W. Fewkes (1907) «Los aborígenes de Puerto Rico y de las islas vecinas«, en la obra el autor muestra una fascinante y amplia reconstrucción especulativa apoyada en sus visitas y el examen de colecciones de superficie de las Antillas Mayores.
En 1921 se publica el libro ¨Cuba antes que Colon, resumen de las investigaciones de Harriton sobre Cuba, el autor en el año 1915, visitó la Isla , estudió los materiales arqueológicos existentes y realizó una serie de excavaciones en las provincias de Santiago de Cuba, Baracoa, y Pinar del Río. Los escritores norteamericanos frecuentemente asignan la creación de la arqueología cubana a Mark Harrington.
Si bien el primer trabajo integral en la arqueología cubana, enmarcado dentro del esquema emergente de la particularidad histórica fue la obra de Harrington, este no fue el primero en producir una publicación científica de la prehistoria cubana, esta distinción pertenece a Luis Montané Dardé (1918). El doctor Montané nació en La Habana el 7 de abril de 1849. A los dos años fue llevado por sus padres a Francia, se graduó de Bachiller en Tolosa y de Doctor en Medicina en París, con una muy original tesis de grado titulada “Estudio anatómico del cráneo de los microcéfalos”, París, 1874, 70 páginas y seis láminas, por la que recibió una mención honorífica de la Facultad de Medicina y la felicitación del tribunal compuesto por Broca, Charcot y Cruvelhier. En ella dio a conocer los cráneos intermediarios y dividió los microcéfalos en clásicos y semi-microcéfalos. Según el erudito bibliógrafo cubano, académico Carlos M. Trelles y Govín, esta obra es citada en importantes libros de anatomía.
En París realizó estudios sobre antropología con los eminentes profesores Broca, Hamy y Quatrefages, de quienes fue discípulo distinguido y mereció siempre una alta consideración. La pasión del doctor Montané por los estudios antropológicos va a producir un verdadero movimiento encaminado al desarrollo de estos estudios en Cuba, lo que empezó a dar manifestación de su existencia con la inauguración el 7 de octubre de 1877 de la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba. De ahí que al fundarse la Sociedad Antropológica de París se le nombrara miembro fundador.
Montane antropólogo físico cuyo estudio de restos óseos humanos hallados en contextos arqueológicos de la Ciénaga de Zapata marcaron la emergencia de una larga e inapreciable tradición de investigación por los nacionales cubanos. Montané Dardé, catedrático de la Universidad de La Habana fundó el Museo de Antropología de la institución y dirigió la primera y principal excavación en Cuba, en el área de Maisí.
Es importante señalar que independientemente de los esfuerzos realizados por algunos estudiosos del tema esta etapa prerrevolucionaria se caracterizó, ¨ en el terreno de la arqueología y de la historia de las comunidades primitivas, por el empleo de métodos que tanto en el aspecto científico y técnico como en el filosófico habían sido superados en muchos casos hasta por investigadores burgueses contemporáneos. En ese período primaba en Cuba el concepto museológico sobre la arqueología sistemática; faltaba la tradición científica investigativa; predominaba el afán de formar colecciones privadas que no se catalogaban con método y que estaban constituidas, casi de modo exclusivo, por piezas raras, muy vistosas, que no eran representativas de las que usaban las masas aborígenes en su vida diaria. Para colectar estas piezas, se destruía de modo inconsciente la mayor parte de las evidencias aparentemente insignificantes, pero decisivas a la hora de evaluar el desarrollo económico y social de las comunidades primitivas. Había una carencia absoluta de «profesionales» en estas materias, ya que los que se ocupaban de ellas–abogados, médicos, ingenieros, profesores, etc.–, sólo podían dedicarles sus ratos libres, limitando así considerablemente el alcance de sus estudios y arribando a conceptos individualistas –de tipo «genial»–que llevaban al establecimiento de conclusiones subjetivas, basadas en lo general, en el análisis de los pocos ejemplares que obraban en la colección particular del estudioso.¨ (2)
Estos acontecimientos contradictorios dieron por resultado una gran anarquía en los conceptos que se reflejan, en la terminología que emplearon los escritores, para establecer grupos culturales entre nuestros aborígenes. Predominan en sus trabajos las afirmaciones equivocadas sobre la vida material y espiritual de nuestras comunidades primitivas; se hicieron conjeturas, falsas o insuficientes, concerniente a la situación económica y social de esos grupos cubanos y antillanos. Creándose un verdadero caos de deducciones diversas y personales alrededor de estos temas.
En la etapa prerrevolucionaria no se puede omitir al camagüeyano que, acomete dignamente la arqueología y es don Felipe Pichardo Moya, quien nació en octubre de 1892, en el seno de una familia que vino a Puerto Príncipe con la Audiencia de Santo Domingo que se graduó en La Habana como abogado, ejerció la jurisprudencia en Camagüey, fue profesor del Instituto de Segunda Enseñanza y director de la Escuela Normal para Maestros, periodista, prosista y poeta, y dedicó una enorme parte de su obra escrita a la Arqueología y la Historia.
«No tenemos noticias sobre su formación profesional como arqueólogo –señala Lourdes Domínguez–. Su producción de corte arqueológico-histórico comienza a parir de 1934 pero estamos seguros de que tuvo largos años de gestación por la solidez de los conocimientos y porque desde esa fecha comienza a elaborar una obra sistemática cuyo objeto principal es la historia de los aborígenes de Cuba, introduciendo inicialmente sus experiencias de forma ordenada en su provincia nata. De aquí que sus primeros temas diserten sobre el Camagüey precolombino».3
Los estudios realizados por Pichardo con mucha profundidad, y en la reconstrucción, en abstracto, de las condiciones materiales y espirituales de vida aborigen le permitió, cuando nadie reflexionaba ante esto, advertir sobre la necesidad de despojar los estudios sobre la etapa precolombina, el vicio descriptivo sin análisis, que era la moda entre los investigadores de la época.
Pichardo declara en su labor intelectual que desarrollaba dos finalidades fundamentales: la claramente científica y la del consolidación de la identidad nacional profundizando en nuestras más fidedignas raíces étnicas, indicando que la vivencia indígena tras el embate destructor del «descubrimiento» propicio que se declararan hasta nuestros días diversos elementos culturales que se integraron a la cotidianidad.
«Su obra más destacada –dicen Ramón Dacal y Manuel Rivero de la Calle– es Caverna, costa y meseta, en este libro, Pichardo Moya une, por primera vez para la arqueología cubana, los elementos del medio con las evidencias materiales, para ofrecernos una visión del hombre y su ambiente que, posteriormente, ha sido desarrolada por muchos arqueólogos. Con una amplia visión del pasado, no solo de Cuba, sino de toda el área del Caribe».4
Los destacados investigadores Felipe Pichardo Moya y Fernando Ortiz articularon la información de las evidencias y las fuentes históricas para plasmar de forma transparente los índices de transculturación como una demostración de relación cultural compleja y diversa
Fernando Ortiz nació el 16 de julio de 1881 y murió el 10 de abril de 1969 en La Habana, Cuba. Es considerado una de las figuras científicas de mayor importancia en Cuba y América Latina, como jurista, historiador, etnólogo, lingüista y sociólogo. Su prolífica creación intelectual incluye textos imprescindibles para la comprensión de la sociedad cubana, Entre las instituciones creadas por Ortiz se encuentran: Sociedad del Folklore Cubano (1923), Institución Hispanocubana de Cultura (1926) y Sociedad de Estudios Afrocubanos (1937).
En 1937, el Museo Antropológico Montané fundó la Comisión Nacional de Arqueología posteriormente renombrada como Junta Nacional de Arqueología y Etnología, con el propósito de sistematizar y promover la investigación arqueológica. La misma desde su fundación hasta 1962, publicó 20 números de la Revista de Arqueología y Etnología (Journal of Archaeology and Ethnology) proporcionando la difusión de la información arqueológica en Cuba . En este mismo período se creó en 1935 el Programa Caribeño de la Universidad de Yale y la publicación de algunas monografías fundamentales sobre la arqueología de las Antillas Mayores.
A partir del surgimiento de diferentes grupos científicos y la labor de la Comisión Nacional de Arqueología, como institución capaz de vertebrar una publicación de solidez científica y vincular las labores cubanas con las organizaciones internacionales. Se observa un destaque en los resultados de estos estudios y sobresalen algunos arqueólogos cubanos como Carlos García Robiou, René Herrera Fritot, y Juan A, Coscolluela, que lograron nuclear concepciones arqueológicas de suma trascendencia para Cuba y las Antillas pese a los restringidos recursos.
En 1942, en la Habana, fue celebrado el 1er Congreso Nacional de Historia donde emergen varios trabajos con el tema común sobre las culturas indoamericanas, Fernando Ortiz hace referencia a estos trabajos presentados en el articulo: Nuevas teorías sobre las Culturas indias en Cuba, publicado en la Revista Bimestre Cubana de la Sociedad Amigos del País No (1) – julio-agosto 1943 , en esta monografía Ortiz califica que ajustó su atención solo a dos trabajos de los 4 presentados, estas fueron las tesis presentadas por Herrera Fritot y Juan A Cosculluela, por poseer mayor rigor científico. Fernando plantea que a partir del análisis de estos trabajos, que inicialmente su propósito era someterlo a fuertes criticas como bien dice haciendo el papel de ¨ abogado del diablo ¨ (5) pero que el suficiente argumento presentado y su conexión con otros elementos antillanos, fue convencido de las teorías planteadas y es en estos trabajos donde se demuestra que la teoría bimembre es decir culturas Ciboney y Taina ya no es suficiente para comprender todos los elementos arqueológicos de Cuba y que en lo sucesivo según Ortiz habría que acudir a un tercer termino y hasta un cuarto para la clasificación de las culturas indias de Cuba.
Podemos resumir este periodo con los criterios de Davis, Dave D. (1996) en el trabajo Revolutionary Archaeology in Cuba, cuando expresa: Durante 20 años antes del triunfo de la Revolución, las sociedades científicas y arqueológicas señaladas sostuvieron y apoyaron las investigaciones arqueológicas en Cuba. La Sociedad Espeleológica de Cuba sufragó cierto número de excavaciones y la publicación de monografías donde se detallaban algunos de los resultados alcanzados. La arqueología regional dentro del país fue sustentada por organizaciones profesionales y cuasiprofesionales como el Grupo Humboldt (en el este de Cuba), el Grupo Arqueológico Caonao (en el área de Banes), y el Grupo Guamá (en el área de La Habana), todos complementando los esfuerzos del Museo Antropológico Montané y el Museo Baní. El amplio acceso a los trabajos sobre la arqueología de Cuba de los arqueólogos norteamericanos, conjuntamente con el fuerte impacto de los trabajos de Rouse sobre la clasificación cerámica y las sistemáticas arqueológicas obscurecieron, indudablemente el trabajo de los cubanos en el ancho marco de las Américas. Aún en 1959, a pesar de la significación metodológica del enfoque de Rouse, la mayor parte de las investigaciones en la prehistoria cubana fue, de hecho, el realizado por cubanos. Una infraestructura organizativa nacional centrada en la Junta Nacional fue bien fundada. Los arqueólogos profesionales fueron empleados en la Universidad de La Habana, en museos y en la propia Junta. Según Dacal Moure y Rivero de la Calle (1986, p.34) a los arqueólogos prerevolucionarios en Cuba «les faltó una base filosófica idónea y las condiciones sociales que permitieran que su obra llegara a cristalizar» . De modo alternativo se puede decir, que la arqueología cubana produjo una considerable y substantiva información sobre la prehistoria, pero que durante mucho tiempo permaneció contemplada por los arqueólogos norteamericanos debido a sus métodos analíticos, modelos integradores y principios explicativos (.6)
Después del triunfo de la revolución, año 1959, la Arqueología cubana evoluciona, da un brinco de calidad en la profesionalización del trabajo arqueológico, …..mientras en otros sentidos, sobre todo teórico, se produjo un cierto estancamiento al no tener en cuenta muchos de los aportes creativos de otras arqueologías caribeñas, latinoamericanas o norteamericana y enclaustrase en una especie de ortodoxia que limitó la propia dialéctica investigativa y en muchos casos produjo una especie de mezcla o hibridación entre las viejas concepciones del funcionalismo y el particularismo de Rouse, y los intentos de aplicar el marxismo a la interpretación de las culturas precolombinas. ( 7)
Como uno de los primeros pasos de este proceso revolucionario, surgiría en el radio de acción del Consejo de Cultura, un proyecto para la realización de estudios científicos del folklore. En diciembre de 1961 por ley 994 del Consejo de Ministros se creó el Instituto Nacional de Etnología y Folklore como organismo adscrito, como ya se ha señalado, al Consejo Nacional de Cultura. Asesorado inicialmente por Fernando Ortíz pero que sería dirigido por Argeliers León el cual en la inauguración de dicho centro enunciaba una nueva visión acerca del desarrollo futuro de las Ciencias Sociales en el país.
El mencionado Instituto Nacional de Etnología y Folklore tenía entre sus fines y funciones principales promover y sistematizar la investigación científica de las manifestaciones culturales del pueblo cubano y las condiciones de vida que condiciona esa cultura y reunir exponer y conservar todas aquellas piezas documentales y de valor etnológico o folklórico posibles de colectar, con las cuales se fomentaría el Museo de Etnología Cubana del Instituto.
Tambien en este proceso organizativo fue creada la Comisión Nacional de la Academia de Ciencias, en febrero de 1962 por la ley 1011 del Gobierno Revolucionario, que planteaba: «el desarrollo progresivo de las ciencias constituye la condición escencial para construir una base material y técnica para la Sociedad Socialista, así como para promover el bienestar cultural del pueblo». Al igual que en la Unión Soviética y otras naciones marxistas, la arqueología también ganó en Cuba el status de disciplina más directamente relacionada con la investigación de los sistemas sociales «sin clases» (Mongait, 1961; Trigger, 1989:216-243). Los principales profesionales de la arqueología que permanecieron en Cuba, incluidos Herrera Fritot, Nuñez Jiménez y Ernesto Tabío constituyeron un grupo de expertos en el Departamento de Antropología de la Academia de Ciencias y que se creó en ese mismo año ( 8 )
Para el año 1962 el entonces Presidente de la Academia Capitán Antonio Nuñez Jiménez se refería a la existencia ya, de un Departamento de Antropología luego Instituto de Arqueología donde un grupo de especialistas destacados realizaba la catalogación de piezas de nuestras culturas aborígenes y de América Latina.
A partir de 1964 se firmarían convenios de colaboración para el desarrollo de las Ciencias Sociales con diferentes academias de los países socialistas, fomentándose una serie de investigaciones en: antropología, etnología, historia, filosofía, literatura y economía. Fue notable el número de estudiantes enviados al entonces campo socialista, se privilegió la formación de especialistas, siempre que fuera posible, en nuestro país, con la ayuda de técnicos extranjeros radicados aquí. Se buscaba así formar el personal idóneo sin interrumpir las investigaciones. Esta política tuvo cierta incidencia negativa para algunas de las Ciencias Sociales que como la arqueología y la etnología por ejemplo, no contaban con estudios de pre grado en nuestro país, y quizás hubiese sido conveniente promover su formación en el exterior.
La Arqueología tendrá un mayor apoyo por parte del estado y de hecho gana en fuerza el interés por redefinir la verdadera contribución, de las sociedades aborígenes a los procesos de conformación de la nación y esta se vuelca al mejoramiento de las metodologías de investigación, métodos o sistemas en las técnicas de excavación, mayor énfasis en los sistemas de análisis, desarrollo de trabajos interdisciplinarios rigurosidad y la protección del patrimonio.
Muchos estudiosos plantean que la nueva arqueología cubana choca con varios lastres teóricos que según diferentes criterios expuestos, a mi juicio, destaco lo más significativos como por ejemplo: la aplicación mecanicista de algunas categorías del materialismo histórico, establecimiento de esquemas arqueológicos precisamente relacionados con aparentes niveles de desarrollo económico y por supuesto con sus respectivos niveles de desarrollo ideológico institucional, disminución de la comprensión de la historia de las sociedades estudiadas, segmentación de las investigaciones o de los datos en ellas obtenidos, que imposibilita la reconstrucción íntegra de las sociedades en estudio, empleo de concepciones metodológicas y juicios interpretativos y utilizados en otros contextos sin apreciar, las particularidades regionales o históricas de las sociedades que se estudian, utilización de diferentes acepciones definidas todas para caracterizar un mismo fenómeno además entre otras la ausencia de la arqueología y la antropología dentro de los planes de enseñanza de los estudios superiores.
El arqueólogo J. Ulloa expone en su trabajo Arqueología y rescate de la presencia aborigen en Cuba y el Caribe que: …a nuestro juicio, la Arqueología cubana precisa de un enfoque más de imbricación o conexión con el Caribe en sus interpretaciones, romper o saltar del aislamiento institucional sino también interpretativo en la relación de los fenómenos y en el análisis de sus comunidades…. (9)
Otros arqueólogos concuerdan en el discernimiento de que se observa un eclecticismo teórico que revela una marcha simultánea entre las viejas concepciones de la Antropología norteamericana y los fundamentos marxistas y neoevolucionistas. No obstante es importante subrayar que la arqueología cubana a tenido disímiles logros y la influencia del materialismo histórico y dialéctico ayudaron a percibir o fijar un nuevo sentido en el trabajo científico, existen aportes de gran importancia y ya ha comenzado a dar señales de una recuperación necesaria a partir de la apertura hacia otras formas de pensamiento y práctica de la disciplina, así como de una especialización académica, que ya ha empezado a vislumbrarse con la apertura de maestrías y postgrados en este sentido.
Según criterios de Davis, Dave D …. la práctica arqueológica en Cuba continúa su inspiración en el profundo sentido de patria, y por la atención de un amplio interés público en el patrimonio arqueológico nacional……….(10)
Notas
1- Funes, Funes Roberto: La arqueología prehistórica de Cuba comenzó por Camagüey. http://www.cadenagramonte.cubaweb.cu/arqueologia/arqueologia_prehistorica.asp
2- Ulloa, Jorge. Arqueología y rescate de la presencia aborígen en Cuba y el Caribe. KACIKE: Revista de la historia y antropología de los indígenas del Caribe [Revista electrónica] http://www.kacike.org/UlloaEspanol.html
3- Domínguez, Lourdes. Prólogo a la segunda edición de «Caverna,costa y meseta». La Habana, 1990.
4- Dacal Moure, Ramón y Manuel Rivero de la Calle. Arqueología aborigen de Cuba. La Habana, 1986.
5- Ortiz, Fernando: Nuevas teorías sobre las Culturas indias en Cuba, publicado en la Revista Bimestre Cubana de la Sociedad Amigos del País No (1) – julio-agosto 1943
6- Davis, Dave D. (1996) : Revolutionary Archaeology in Cuba. Journal of Archaeological Method and Theory. Plenum Publishing Corporation, EUA, Vol.3, No.3, pp.159-188.
7- Ulloa, Jorge. Arqueología y rescate de la presencia aborígen en Cuba y el Caribe. KACIKE: Revista de la historia y antropología de los indígenas del Caribe [Revista electrónica] http://www.kacike.org/UlloaEspanol.html
8- Davis, Dave D. (1996) : Revolutionary Archaeology in Cuba. Journal of Archaeological Method and Theory. Plenum Publishing Corporation, EUA, Vol.3, No.3, pp.159-188.
9- Ulloa, Jorge. Arqueología y rescate de la presencia aborígen en Cuba y el Caribe. KACIKE: Revista de la historia y antropología de los indígenas del Caribe [Revista electrónica] http://www.kacike.org/UlloaEspanol.html
10- Davis, Dave D. (1996) : Revolutionary Archaeology in Cuba. Journal of Archaeological Method and Theory. Plenum Publishing Corporation, EUA, Vol.3, No.3, pp.159-188.
FUENTES CONSULTADAS
Alvarez Conde, J. «Felipe Pichardo Moya, su vida y su obra». La Habana, 1952.
Anónimo. «Esqueletos humanos fósiles en Puerto Príncipe» En: Memorias de la Real Sociedad Patriótica de La Habana. Tomo XVII. Pág 457. 1843
Dacal Moure, Ramón y Manuel Rivero de la Calle. Arqueología aborigen de Cuba. La Habana, 1986.
Davis, Dave D. (1996) : Revolutionary Archaeology in Cuba. Journal of Archaeological Method and Theory. Plenum Publishing Corporation, EUA, Vol.3, No.3, pp.159-188.
Domínguez, Lourdes. Prólogo a la segunda edición de «Caverna,costa y meseta». La Habana, 1990.
Funes, Funes Roberto: La arqueología prehistórica de Cuba comenzó por Camagüey. http://www.cadenagramonte.cubaweb.cu/arqueologia/arqueologia_prehistorica.asp
Ortiz, Fernando: Nuevas teorías sobre las Culturas indias en Cuba, publicado en la Revista Bimestre Cubana de la Sociedad Amigos del País No (1) – julio-agosto 1943
Pichardo Moya, Felipe. «Caverna, costa y meseta. Interpretación de arqueología indocubana». La Habana, 1945
Tabío, Ernesto. «La prehistoria». En. Cien años de lucha. La Habana, 1969. Num. 2
Tabío, Ernesto y Estrella Rey. Prehistoria de Cuba. Ed. Academia de Ciencias de Cuba, La Habana, 1966 (segunda y tercera edición, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1978 y 1980
Ulloa, Jorge. Arqueología y rescate de la presencia aborígen en Cuba y el Caribe. KACIKE: Revista de la historia y antropología de los indígenas del Caribe [Revista electrónica]
http://www.kacike.org/UlloaEspanol.html
Los médicos y la antropología en Cuba. Conferencia leída en Evento en Conmemoración del Centenario de la Cátedra de Antropología de la Universidad de La Habana. Aula Magna. Universidad de La Habana, diciembre 28 de 1999
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